miércoles, 16 de noviembre de 2011

Desafío total (1990)


Recibimos la información de nuestro entorno a través de los sentidos, pero de nada valdría si el cerebro no la procesa y nos da una imagen de la realidad, pero ¿es la realidad o solo una parte subjetiva de la misma? No me voy a poner platónico, así que me limitaré a decir que Calderón titula una de sus grandes obras La vida es sueño, y en cierto modo ¿por qué no iba a serlo, como en otras ocasiones puede ser pesadilla? En el cerebro soñamos sin que seamos conscientes, pero no siempre recordamos nuestros sueños al despertar (si es que despertamos) y cuando los vivimos parecen reales; ¿cómo distinguir que se está en un sueño? ¿Cómo saber que lo que recordamos es una imagen fiable de nuestro pasado? A Quaid (Arnold Schwarzenegger) le advierten que jugar con la mente es peligroso, pero lo que no le dicen es que pueden ser otros los que están manipulando su memoria y, por tanto, su identidad. Por ello, duda de sí mismo, de su vida al lado de Lori (Sharon Stone), de sentir que su existencia le llena. Más adelante, dudará si los extraños acontecimientos que han alterado su existencia son o no reales, cuando alguien se presente y le diga que está viviendo la irrealidad y que no ha salido de Memory Call (Rekall en la versión original) donde, por un precio, le venden la posibilidad de viajar a Marte sin moverse de La Tierra. En su mundo, la identidad y la realidad se pueden alterar por unos cuantos créditos y se construyen con la implantación de recuerdos de experiencias nunca vividas en el mundo físico, pero que no se diferenciarían de las que damos por reales. Al menos, eso asegura la publicidad de la empresa que le ofrece cambiar de identidad para alejarse de sí mismo, opción que termina de convencer a Quaid —que puede viajar como un agente secreto—, porque su cotidianidad resulta en extremo anodina; como si echase de menos algo que desconoce y al tiempo siente familiar.


Una de las cosas que George Orwell nos viene a contar en 1984 (1948) sería que borrar la historia (nuestra memoria histórica), e implantar una nueva, variaría la identidad de cualquier sociedad. Ya no sería la que era, sería otra humanidad; y quien tuviese el poder de cambiar los recuerdos de la historia, los de la general y los de la particular, estaría controlando a los individuos y al conjunto que forman. Los sometería a capricho; les haría creer lo que acabarían aceptando. Pero Desafío total (Total Recall, 1990) no adapta la novela de Orwell, sino un relato de Phillip K. Dick que en manos de Paul Verhoeven resulta más de lo que aparenta ser. En su encierro con el doctor Edgamar (Roy Brocksmith), que se cuela en la habitación del hotel marciano para explicarle que no ha abandonado Memory Call, agudiza la duda, pues Quaid descubre que todo cuanto le está sucediendo es similar a la oferta que de la fábrica de recuerdos, incluido Melinda (Rachel Ticotin), la chica morena que había escogido como acompañante; estas cuestiones decantarían la balanza a favor de la hipótesis de que su mente se encuentra viviendo un hecho inexistente, pero muy real. Sin embargo, la sangre de los individuos que se había cargado, la confesión de Lori, que resulta ser la agente encargada de vigilarle, y unas cuantas gotas de sudor deslizándose por el rostro del doctor Edgamar cuando pretende convencerlo de que vive un sueño, son motivos suficientes para volver a equilibrar ambas posibilidades. De ese modo, entre confesiones de dudosa veracidad, disparos, fugas y dosis de humor, Desafío total va planteando la duda entre ilusión y realidad, sin embargo, tampoco sería importante saber si lo que le sucede al “desmemoriado” interpretado por Arnold Schwarzenegger es real o fruto del programa de la empresa de recuerdos. El interés reside en, introducir entre el entretenimiento, la posibilidad de que el héroe (e incluso nosotros mismos) esté siendo manipulado por un poder que lo controla desde la sombra. Verhoeven no lo dice, pero lo insinúa, igual que expresa con imágenes que el cine y la realidad son dos cosas distintas, aunque, a veces, en ambas se encuentre veracidad. Por otras parte, memoria, realidad y sueños dan forma al individuo. Son su pasado, su presente y su aspiración al ideal y, aunque el líder rebelde le diga al héroe que son los actos quienes hacen a la persona, el individuo es indisociable a su identidad, a nuestro quienes somos. Las vivencias (y los pensamientos que de ellas se generan) nos van madurando; de ahí la importancia vital de la memoria que, sin ser del todo conscientes, trabaja nuestros recuerdos y nuestro pasado para hacernos ser en el ahora. No obstante, sea un sueño o la realidad, Douglas Quaid vive algo real. En su desmemoria o en su fantasía se libera de un yo que no desea y se permite elegir ser el héroe que intenta salvar a Marte de las garras del villano, un ex-colega, el gobernador Cohaagen (Ronny Cox), con la inestimable ayuda de Melina, la misma morena que aparecía en la pantalla del ordenador del laboratorio donde se gestó su aventura fantástica y una nueva realidad, quizá adulterada o quizá una vía de escape a otra realidad controlada.

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