domingo, 16 de octubre de 2011

Raíces profundas (1953)



Hasta 1953, de las películas realizadas por George Stevens, solo Anne Oakley (1935) podría inscribirse dentro del western, aunque en realidad se trata de un drama biográfico, por eso sorprende la maestría del realizador a la hora de abordar su único western, más si cabe si resulta tan complejo y poético como Raíces profundas (Shane, 1953). Este título no tardó en convertirse en un clásico incontestable, en un paso evolutivo de un género que permite abordar temáticas más allá de su apariencia temporal y geográfica y en un espejo para películas como El jinete pálido de Clint Eastwood, cuyo argumento contiene evidentes similitudes con esta obra maestra de Stevens, un film donde se expone la lucha interna, el deber, la amistad, el amor y un destino inevitable que Shane (Alan Ladd), su protagonista, debe aceptar porque no puede escoger. Para él ya no hay elección, aunque sí puede y debe haberla para Joey Starrett (Brandon De Wilde) y su familia. Los ojos del pequeño Joey Starrett observan la figura de ese extraño que se aproxima cabalgando, el mismo individuo al que continuarán persiguiendo durante prácticamente toda la película. El niño será el testigo de los movimientos de Shane, de igual modo que el recién llegado será testigo del acoso al que son sometidos los campesinos, que se resisten a abandonar las tierras donde han echado raíces y donde se les niega el derecho a trabajarlas en paz y armonía, porque el ganadero Ruffus Ryker (Emile Meyer) las desea para su ganado y las conseguirá aunque para ello deba contratar a un asesino profesional como Jack Wilson (Jack Palance). Quizá por ese motivo Shane haya decidido quedarse en casa de los Starrett, quizá también porque allí encuentra la oportunidad de redimirse de su incógnito pasado, ofreciendo su ayuda a una familia que lo acoge como a uno de los suyos, sin preguntas sin reproches. Desde el primer instante, Shane y Joe Starrett (Van Heflin) comparten trabajo, aunque quizá compartan más de lo que se dicen, como por ejemplo un sentimiento similar hacia Marian (Jean Arthur), la señora Starrett, o como comparten la imagen que el pequeño Joey se hace del modelo a seguir, otro rasgo común sería la entereza a la hora de tomar decisiones complejas. También Joe es un hombre valiente, no del estilo de Shane, quien sin duda es un pistolero, esa no es la especialidad de Joe, él posee otro tipo de entereza, es un granjero, un marido y padre de familia en quien ha arraigado la tierra que trabaja para él y para los suyos; en su corazón y en su mente se ha convertido en su hogar, idea que le obliga a plantar cara a Ryker, porque no lo abandonará a menos que salga en una caja de pino. Más que un western, Raíces profundas es una loa a la redención y a la imposibilidad de ese forastero salido de la nada, una figura que huye del espectro (su pasado de pistolero) que lo persigue, quizá por ello, el más leve ruido provoca que se vuelva veloz y toque la culata de su revólver. Sin embargo en compañía de los Starrett, Shame parece encontrar la paz que anhela por encima de todo, una paz que le posibilitaría el hogar donde olvidar la violencia y colgar sus armas. Pero esta idea, que acaricia por un instante, es el fruto de la ilusión que confirma su imposible existencial, porque su pasado, el ser quien es, es una mancha imborrable que lo condena a permanecer fuera de la sociedad, de la familia y de un futuro que para él no será más que regresar al pasado.

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