miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tempestad sobre Asia (1928)


 

La revolución rusa, 1917, y la posterior guerra civil impusieron el nuevo orden político-social desde la fuerza, pero las ideas sobre las que se sustentaba el leninismo tenían que enraizar en la población y, amén de las purgas realizadas y silenciadas por el “terror rojo”, el cine era el medio ideal para transmitirlas e imponerlas entre la masa campesina y obrera; por aquel entonces, un elevado porcentaje de la población era analfabeta. Así, pues, la capacidad propagandística del medio visual convenció al gobierno estatal para potenciar y liberalizar una industria cinematográfica apenas existente y, como consecuencia, durante la década de 1920, el cine soviético experimentó su auge, el de mayor esplendor de su historia —con permiso de los cineastas que destacaron durante el “deshielo”—, que en buena medida fue debido a la aparición de directores del talento de KuleshovVertovEisenstein, Pudovkin o Dovzhenko, responsables de películas fundamentales en el desarrollo técnico (montaje) y simbólico (en la poética de las imágenes). Deudora de aquel momento, Tempestad sobre Asia (Potomok Chingis-Khana, 1927) posee un evidente mensaje politizado, aunque, a estas alturas, dicha cuestión carece de relevancia. Lo que sí importa es el montaje que Vsevolod Pudovkin empleó como parte esencial de la acción, pues permite la rápida sucesión de los hechos que a la postre desencadenan la tempestad a la que alude el título de esta producción que tiene como protagonista a un descendiente directo de Genghis Khan.


Siglos atrás el caudillo mongol y sus hordas dominaban gran parte de Asia, pero en 1918 los suyos viven dispersos por las estepas asiáticas, sobreviviendo como pastores o cazadores. 
Bair (Valeri Inkishanov), uno de los descendientes de aquel que había aterrorizado y conquistado numerosos pueblos asiáticos, malvive con su familia en una tienda fabricada con pieles, alejado de la grandeza de antaño y rodeado por la soledad de un espacio donde apenas existen asentamientos humanos. Sin embargo, cierto día acude al mercado para vender una piel de zorro plateado, consciente de que la hermosura de la pieza le reportará dinero más que suficiente para que él y los suyos puedan alimentarse durante un año. Pero cuanto observa le descubre a un pueblo sometido a los caprichos de mercaderes sin escrúpulos, que compran barato y venden caro. Esta realidad la comprueba por si mismo, al ser timado sin que nada pueda hacer, salvo protestar y escapar para salvar su vida. Su huida le descubre la guerra civil que se libra entre imperialistas y rojos y, comprendiendo su situación y la de los partisanos, se une a estos últimos. El punto de vista de Pudovkin expone esta situación insostenible para el pueblo, pisoteado por los comerciantes y los representantes de la potencia extranjera, de tal manera Tempestad sobre Asia expone la toma de conciencia del nómada descendiente del Gran Khan, a quien timan, persiguen, ejecutan y finalmente, cuando se recupera de sus heridas, utilizan como marioneta. Los británicos intentan controlar la zona y a ese pueblo disperso cuyas tradiciones difieren de las suyas (como bien muestran las imágenes), pero que deben tolerar si pretenden ejercer el dominio pacífico que les posibilite controlar el comercio y el territorio, que saben estratégico. Así pues, el comandante británico (I. Dedintsev) se presenta ante el Lama, a quien ofrece sus respetos como muestra de amistad, aunque en realidad pretenda controlarlo, intención que no resulta complicada, ya que el guía espiritual, por mucho que diga que conserva la sabiduría de las anteriores reencarnaciones, no es más que un niño y, por lo tanto, alguien fácil de manejar. Sometido el poder espiritual, queda controlar el poder político y social, cuestión que se resuelve al descubrir que el hombre ejecutado es descendiente directo de Genghis Khan y una marioneta que se puede usar para legitimar la presencia extranjera en el país. La toma de conciencia de Bair no se produce durante su encuentro con los partisanos, este solo es su primer contacto con la realidad. Su verdadera concienciación se gesta después de ser declarado gobernador pelele, cuando reconoce al mercader que le había engañado y presencia el asesinato a sangre fría de un hombre de su pueblo. En ese momento asume su responsabilidad y se levanta en armas contra el invasor, y es aquí donde el mensaje de la película alcanza su máxima ideológica.

1 comentario:

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