miércoles, 22 de junio de 2011

sumario: la verdad sobre el caso savolta

Humor, intriga, drama, unos personajes bien definidos y la lucha entre clases sociales, son algunos de los aspectos que Eduardo Mendoza maneja para dar forma a una gran novela; La verdad sobre el caso Savolta. El autor se sirve de varios marcos espacio-temporales para representar un relato que muestra los cambios que se producen en una época dominada por la alta burguesía (grandes patronos e industriales), consecuencia de la aparición de grupos anarquistas y movimientos sindicales que abogan por un nuevo orden. Mendoza divide el texto en dos partes diferenciadas. La primera le sirve para presentar los hechos (la muerte de Savolta, la investigación en la que se encuentra involucrado Miranda) y los personajes (Javier Miranda, el protagonista forzoso que se deja utilizar, de manera inconsciente, por Lepprince, a quien se podría calificar de antagonista). La segunda le sirve para desarrollar las incógnitas planteadas en la anterior, hasta alcanzar la inevitable conclusión. Miranda, recién llegado a Barcelona, se encuentra sólo, necesita el contacto con otras personas, y esa amistad se le presenta con la aparición de Lepprince, un individuo extraño, enigmático y poco fiable, que anhela, por encima cualquier otra cosa, su ascenso social (una de las razones que le llevó a contraer matrimonio con la hija del finado). Este personaje es amoral, que no malvado, propiamente dicho, su ambición le desborda, no duda en utilizar a quien necesite para sus propósitos. Sin embargo, la presencia de Maria Coral, mujer de quien se enamora, trastoca sus planes y es ahí donde se aprovecha de Javier, el protagonista involuntario de la trama (pues no es hasta el final cuando descubre su verdadera situación). De este modo, ese solitario, se convierte en esposo de la amante de Lepprince, algo que permite descubrir la evolución de estos personajes, que se encuentran en contacto con otros de gran importancia para el transcurrir de un relato que se releva entre varios narradores, circunstancia que aporta velocidad y cierto aire de renovación. Así pues, se puede encontrar a Javier Miranda como guía (cuando se encuentra presente), para dejar paso a un narrador omnisciente cuando se ausenta de la escena. Otro recurso del que se vale Eduardo Mendoza son las transcripciones del sumario celebrado en Nueva York (años después de los hechos que se investigan), donde Miranda responde a las preguntas (con respecto a Lepprince) que le formula un juez, así como se muestran pruebas relacionadas con el turbio asunto (artículos de prensa o las cartas de inspector Vázquez). Otra característica perfectamente utilizada por el escritor barcelonés son los saltos temporales. No existe una linealidad cronológica (sobre todo en la primera parte), por lo tanto se presentan hechos futuros que dan paso a otros anteriores. En la segunda parte, se deja de lado el juicio, permitiendo que sea la voz del protagonista y la voz en tercera persona las que se sucedan hasta llegar al desenlace. Con esta novela Eduardo Mendoza innova gracias a un estilo propio, marcado por la ironía y el humor, no exento de crítica, que será reconocible en posteriores novelas.

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