jueves, 26 de mayo de 2011

Tres padrinos (1948)


Los héroes de John Ford en Tres padrinos (Three Godfathers, 1948) no lo son, tampoco hay villanos propiamente dicho, pues en su enfoque solo hay cabida para personas. Por ejemplo, el comisario es un buen hombre, o lo que se entiende como tal, pero se deja cegar por la ira al pensar que los tres fugitivos han sido los desalmados que han dinamitado el depósito y asesinado a la mujer. Este enfoque se convierte en un acierto, ya que no se trata de un western típico sino de una historia humana, donde la desesperación, el sacrificio y la amistad se convierten en el eje central de una película que fluye de una manera sencilla y magnífica. John Ford inició Tres padrinos de manera vibrante y ágil para presentar a Bob (John Wayne), Pete (Pedro Armendariz) y Kid (Harry Carey, Jr.), los tres personajes principales del film. De ellos se sabe que son forasteros, además de conocer sus intenciones. También se descubre que no son los típicos villanos, sino que son individuos con un fuerte sentido de la amistad: le ofrecen la oportunidad a Kid de no participar en el golpe, se preocupan por él. Conocidos los tres protagonistas, se presenta ante un hombre maduro, Sweet (Ward Bond), con quien mantienen una agradable charla, y de quien desconocen su identidad, hasta que al despedirse observan una estrella en el chaleco. Sin más, nos encontramos con el atraco y una posterior persecución por el pueblo que no tiene desperdicio. Es aquí donde comienza la verdadera historia, donde se pondrá a prueba el aguante humano y donde la desesperación se convierte en una sombra que nunca les abandona. El desierto es terrible, las tormentas de arena, la falta de agua y la huida de los caballos hacen que sus pasos sean torpes, desesperados e inciertos. Kid está herido, un contratiempo más y un nuevo indicio de la amistad que les une, pues, ni Bob ni Pedro quieren beber del poco líquido que les queda, conscientes de que el más joven lo necesita. La evolución de los personajes es rítmica y alcanza su cenit cuando se encuentran con una parturienta a la que asisten, a pesar de su inexperiencia para traer una criatura al mundo. El recién nacido no tarda en conquistar sus corazones, hasta el punto de hacerles prometer, ante el lecho de muerte de la madre, que sacrificarán tanto su libertad como sus vidas por el bienestar de Robert William Pedro (nombre que la madre le pone como muestra de gratitud hacia ellos). Ninguno de los tres sabe cómo deben cuidar a su ahijado, por suerte para ellos, la madre llevaba entre sus pertenencias todo cuanto precisan para los cuidados del bebé, incluido un libro para primerizas, que les servirá de guía. Son momentos agradables, tiernos y llenos de esperanza. Pero la realidad pronto les golpea de nuevo. No tienen agua y queda un largo camino para alcanzar la civilización, sin olvidar que Sweet les persigue implacablemente.

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